Sonreír al presente para ver el futuro.

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Ahora que el mundo se ha convertido en algo incierto, donde lo seguro es que todo cambia, puede causarnos ansiedad o temor.

Temor a lo siguiente que viene, a eso que esperamos sin nuestro consentimiento. Ansiedad al tener la esperanza frustrada de que todo vuelva a cómo era antes, cuando todos teníamos certezas. Sabíamos que había que hacer para conseguir un trabajo, unos estudios que nos daban un futuro previsible y una estabilidad laboral que nos permitía mantener nuestra mente en otros menesteres más elevados.

Hace tiempo que eso ha cambiado, ahora no sabemos cual trabajo será el siguiente en ser substituido por la inteligencia artificial. Que estudios serán erradicados por su nula funcionalidad, ni siquiera sabemos si podremos viajar allá donde soñamos.

“ Podemos adivinar cuando un imperio llega a su fin, por la imposición de leyes cada vez más absurdas.”

Hubo una vez alguien que dijo en el declive de la época Romana “ Podemos adivinar cuando un imperio llega a su fin, por la imposición de leyes cada vez más absurdas.” Y ese momento, en mi opinión es en el que nos encontramos.

Para abordar esta situación consideró de vital importancia desprenderse del apego que tenemos a lo seguro que vivimos y que no volverá más. Todo ello, por varias razones.

Primeramente porque todo apego crea dolor, así como fluye el agua, y se adapta al terreno, así debemos sentirlo. El hecho de imaginar algo que no existe crea confusión o angustia en nosotros. Pudiendo derivar en tristeza y depresión en algunos casos.

No es posible volver a un estado anterior modificando más aún el presente.

Por otro lado, esa esperanza de mantenerse hará que otros se aprovechen, prometiéndonos que volverá a ser como antes a cambio de aceptar ciertas nuevas situaciones. No es posible volver a un estado anterior modificando más aún el presente. Pero por nuestro anhelo, nuestra esperanza, agáchanos la cabeza y asentimos. Deseando que sea el último sapo que tragar.

Es el momento de meditar acerca de lo que podemos aportar a este nuevo mundo que amanece.

Además, el hecho de aceptar el cambio nos hará libres para crear el mundo que viene. Es el momento de meditar acerca de lo que podemos aportar a este nuevo mundo que amanece. Saludarlo y mirarle a los ojos para reconocernos, para así poder empezar una nueva relación.

Por primera vez en la historia de la humanidad, muere más gente por comer comida basura que de hambre. Podemos comunicarnos con cualquier persona en cualquier lugar del planeta en tiempo real. ¿Hubierais pensado que esto sería posible hace apenas 40 años? Los más jóvenes podéis preguntar a vuestros padres o abuelos, lo que era la vida entonces.

La IA ( inteligencia artificial) son algoritmos informáticos que usamos sin darnos cuenta, cuando google maps nos indica el camino más rápido, o cuando Facebook nos recomienda una obra de teatro que nos interesa, también cuando Spotify nos recomienda canciones que nos gustan.

Se sabe que con solo 30 likes en Facebook, la IA sabra más de nosotros que nuestra familia. Imagínense que queremos buscar la canción que más nos gusta, la IA en segundos nos mostrará una lista de entre todas las miles que hay en la base de datos. ¿Se imaginan cuánto tiempo necesitaríamos para hacerla nosotros manualmente?

Un médico necesita muchos años de formación y luego practica. Aparte de estudiar los últimos avances por su cuenta, algo que siempre se les escapa. Pronto veremos cómo será una app la que en base nuestros síntomas pida los análisis y nos de los resultados teniendo en cuenta millones de pacientes y todos los nuevos descubrimientos científicos. Todo ello en segundos, y puede ser copiado infinitamente.

Otro ejemplo serán los docentes, también substituidos por algoritmos que repiten todas las veces que necesites, siempre están calmados y no tienen mal día. Sin duda otra de las profesiones que se extinguirán.

Con estos ejemplos podemos apreciar un camino, un sentido hacia donde vamos. Aún nos quedan unos años, aunque los avances van más rápido de lo que podemos apreciar. La semana pasada una amiga me contó que en Fuengirola ya tienen camareros robots.

Ante esto tenemos dos opciones, o mirar atrás con las consecuencias que comenté, o mirar al frente, sin miedo, pero con muchas ganas de estudiar y aprender que es lo que viene. Ver las oportunidades que se nos plantean y cómo podemos reajustarnos a esta nueva realidad.

Nos ha tocado vivir una época de cambios frenéticos y sustanciales. Una apasionante oportunidad que se nos brinda, poder vivirlo no solo imaginarlo. Tal vez pronto, se empiece a utilizar un hongo que se alimenta del plástico y pueda limpiar el planeta. Tal vez usemos nuevas energías fuera del petróleo y gas. Tal vez usemos monedas que no puedan ser controladas por los gobiernos ni confiscadas como Bitcoin.

Es el momento de crear el mundo que vamos a vivir, pero también de alejarse del ruido que nos rodea, esa música chillona que ameniza la caída del titanic al que nosotros llamábamos realidad.

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