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Me encantaría pensar que los recuerdos que tengo seguirán por siempre, que sentado ante ti, hablemos de ellos y riamos de nuestros desaciertos y logros. Me gustaría sentir otra vez tus abrazos por siempre.
Decirte al oído lo agradecido que estoy, que sigo andando y leyendo el libro de la vida en el que tu apareces. La música son tus palabras, sabias e inocentes, claras como el incierto futuro y llenas de verdad como el tiempo.
El título aún está por escribir y las aventuras las vivimos en alguna parte, algún lugar determinado por el misterio del destino. Así entrelazado, como la serpiente del tiempo y el rugir del agua cristalina.
Las paginas se escriben en impredecible orden. Como el picaflor elige el néctar entre miles de plantas de la frondosa selva, iluminado por los débiles y hermosos rayos del abuelo sol, que escapan del cobijo de las verdes copas del bejuco.
La viñetas son los selfies que nos hicimos cuando a carcajadas añejas abrazamos nuestros senderos. En añil, vertimos los deseos de eternidad y alimentamos la hoguera. Sin hacer caso al rojo amarillento que encuba en azul el abuelo fuego.
Aún queriendo no puedo decirte el final, pues aún sabiendo que lo tiene, no soy yo quien lo decide, no soy yo quien lo escribe, ni estaré cuando lo publique.
Así sin mover mis labios, con el leguaje que sale de nuestro corazón. Marcado por el elástico tempo, siempre pequeño en los momentos de felicidad que compartimos.
Quisiera decirte gracias, infinito agradecimiento por darme el valioso pero escaso tiempo que tenemos en este mundo. Desearía poderte ver, sentir y escuchar por siempre, abrazarte cuando lo necesitemos y sentarme a tu lado con la única conversación compañía.
Así como el viento mueve las hojas del frío otoño, siento las heridas del apego según avanzo. Espinas de las zarzas se me enredan cuando te pienso, te siento, te imagino. Me enseñan que debo fluir, así como la niebla en el bosque, así como cóndor en su vuelo.
Hasta el padre sol se rinde ante el ocaso, y la madre luna se disuelve entre el azul despertar. Que opción tengo, mas que aceptar la verdad. Ahora que el jilguero aún canta, que el aroma del azahar nos embriaga y que la lluvia acaricia nuestra cara. Te digo gracias.
Cuando el búho se siente, y la mirada se pierda en desamparo, no lo lamentes. Así como el hielo se convierte en agua, como el gusano en mariposa y el silencio en sentimiento. Allí donde el tiempo no manda, donde el cuerpo no pesa y el amor es la única verdad. Allí continuaremos.